Artrosis acromioclavicular, ¿qué es importante saber?

La articulación acromioclavicular es la localización más frecuente de artrosis (osteoartritis), aunque su relevancia a nivel clínico es mucho menor: se estima que sólo entre un 5% y un 7% de las personas que presentan artrosis acromioclavicular muestran síntomas relacionados(1), como pueden ser dolor durante ciertos movimientos y limitación funcional en gestos o actividades que implican a la región del hombro. En esos casos, es importante conocer las opciones disponibles de tratamiento y qué podemos esperar de cada una de ellas; así como seguir ciertas pautas/consejos para disminuir los síntomas, saber qué ejercicios debemos incluir en nuestro programa de tratamiento y qué actividades debemos limitar para favorecer la desaparición del dolor.

En este artículo, abordaremos los siguientes aspectos relativos a la artrosis acromioclavicular:

  • ¿En que consiste la artrosis acromioclavicular?
  • ¿Por qué aparece?
  • ¿Cuáles suelen ser sus síntomas?
  • Herramientas diagnósticas: Pruebas de imagen, presentación clínica, test especiales, infiltración acromioclavicular.
  • Opciones de tratamiento: Wait & See, infiltraciones acromioclaviculares, ejercicio, cirugía.
  • Abordaje de la artrosis acromioclavicular mediante el ejercicio:
    • Posiciones de protección articular
    • ¿Con qué ejercicios debemos tener precaución?
    • Reintroducción de movimientos minimizando los síntomas
    • Trabajo específico del trapecio inferior

¿En qué consiste la Artrosis Acromioclavicular?

La osteoartritis acromioclavicular es una condición muy frecuente, que consiste en la aparición de lesiones degenerativas en la articulación acromioclavicular. Los signos típicos que caracterizan, a nivel radiológico, a la osteoartritis acromioclavicular son principalmente cuatro: distensión/hipertrofia de la cápsula articular, estrechamiento del espacio articular, esclerosis del hueso subcondral y osteofitos.

En base a estos hallazgos en las pruebas de imagen, hablamos de 4 estadios:

  • Grado I – La articulación acromioclavicular es normal, y no se observan ninguno de los hallazgos típicos clave.
Grado I – Articulación AC normal, sin signos de artrosis
  • Grado II – Osteoartritis leve: Habitualmente, el hallazgo único suele ser la distensión de la cápsula articular, que a veces se acompaña de un estrechamiento del espacio articular.
  • Grado III – Osteoartritis moderada: A la distensión capsular y el estrechamiento del espacio articular se le añade la esclerosis del hueso subcondral, y la aparición de osteofitos marginales.
  • Grado IV – Osteoartritis severa: A todo lo anterior se le añade una alteración muy marcada de las superficies articulares con grandes osteofitos que pueden improntar en los tejidos adyacentes, como por ejemplo el supraespinoso.

Sin embargo, esta clasificación – establecida en función de los hallazgos que se observan en las pruebas de imagen – no suele tener gran relevancia a nivel clínico, ya que todas estas alteraciones se ven con mucha frecuencia en personas sin dolor ni síntomas en el hombro.

Hay estudios que han mostrado que el 82% de personas asintomáticas muestran osteoartritis acromioclavicular en alguno de estos grados; es más, a partir de los 30 años, la incidencia asciende hasta el 93% (2)

La artrosis acromioclavicular es tan frecuente, que, en la actualidad, está ampliamente aceptada la siguiente idea:

La aparición de alteraciones estructurales de tipo degenerativo en la articulación acromioclavicular

se considera una parte del proceso normal de envejecimiento:

aparecen indistintamente en personas con dolor y sin dolor en el hombro.

Esta es una información fundamental para los pacientes a los que se les diagnostica, en una prueba de imagen, una artrosis acromioclavicular: no se recomienda utilizar, de forma aislada, los hallazgos de las pruebas de imagen para justificar que los síntomas que presentan los pacientes son causados por la existencia de osteoartritis acromioclavicular. El valor diagnóstico de las pruebas de imagen, en este caso, es limitado; y su importancia, de cara a la clínica, es bastante relativa (3).

¿Por qué aparece la artrosis acromioclavicular?

Como hemos mencionado, esta degeneración, además de ser muy frecuente, suele empezar a aparecer a una edad muy temprana.

Hay varios motivos que podrían explicar esto: las superficies articulares acromioclaviculares son poco congruentes y el espacio articular es pequeño, de manera que están prácticamente en contacto durante los movimientos del hombro. Estas superficies articulares son relativamente pequeñas en relación a las cargas que reciben durante los movimientos del hombro durante las actividades de la vida diaria (4). Además, existe un disco articular, similar al menisco de la rodilla, que intenta corregir la incongruencia articular y distribuir mejor la carga sobre la articulación; pero este disco a menudo es ausente o está incompleto, y a partir de los 20 – 30 años, empieza a desaparecer. Todo ello, unido a la gran cantidad de movimientos que realiza el hombro a diario, parece predisponer a esta articulación a un desgaste precoz (5). Este desgaste puede verse, además, acelerado por otros factores: tareas que implican movimientos repetitivos o manejo de carga por encima del nivel de la cabeza, práctica de deportes de contacto o que implican lanzamientos, sobrepeso/obesidad, factores genéticos, alteraciones metabólicas sistémicas – como la diabetes, por ejemplo – etc.

Como resumen de la información importante que deben tener claro los pacientes con artrosis acromioclavicular, podemos decir que:

Es un hallazgo muy frecuente relacionado, entre otras cosas, con el paso del tiempo,

que aparece – antes o después – en casi todas las personas

y que, en la mayoría de los casos, no produce síntomas.

Este va a ser, precisamente, el objetivo del tratamiento:

que, aunque la artrosis esté ahí, no nos dé problemas.

¿Cuáles suelen ser los síntomas?

Los síntomas de la osteoartritis acromioclavicular pueden aparecer de forma progresiva, sin un antecedente previo; o bien de forma secundaria a traumatismos que implican luxación de la acromioclavicular y/o fracturas de clavícula. Estas lesiones son frecuentes en adultos jóvenes que practican deportes como el ciclismo, o los deportes de contacto (rugby, artes marciales, etc.)

La osteoartritis acromioclavicular también aparece, de forma secundaria, a la existencia de osteolisis distal de clavícula, una lesión ósea asociada a microtraumatismos de repetición como los que se producen, a menudo, en ciertas actividades deportivas: levantamiento de pesas y deportes que implican lanzamientos (6)

La presentación clínica típica de la osteoartritis acromioclavicular incluye:

  • Dolor con el movimiento, que empeora con los gestos de elevación y ADD cruzada,
  • chasquidos / crepitaciones,
  • dolor localizado en la cara superior / anterior / anterolateral del hombro / deltoides/trapecio,
  • dolor local a la palpación acromioclavicular.

Estas características nos pueden ayudar a diferenciarla, en la medida de los posible, de otros cuadros típicos del hombro que cursan con dolor durante el movimiento – como puede ser el dolor relacionado del manguito rotador, la capsulitis adhesiva o la inestabilidad glenohumeral – , que tienen habitualmente algunas características propias un poco distintas.

¿Qué otras herramientas diagnósticas tenemos?

Además de las pruebas de imagen, la anamnesis y la presentación clínica, existen unos test especiales de la articulación acromioclavicular, que nos pueden aportar información dentro de la exploración física.

  • Dolor a la palpación directa de la articulación acromioclavicular: La palpación de la articulación acromioclavicular desencadena dolor, o bien incrementa el dolor del paciente. El valor diagnóstico de este test no está del todo claro, en una revisión de estudios sobre los test diagnósticos de la articulación acromioclavicular (7) se le asignan unos valores bastante pobres de sensibilidad y especificidad (0.48 – 0.60), aunque en otro estudio hablan de una sensibilidad de 0.96, por lo que serviría para descartar la patología acromioclavicular en caso de que el test sea negativo.
Artrosis acromioclavicular - test de palpación acromioclavicular
Test de palpación acromioclavicular
  • Test de Paxinos (o test de compresión pasiva acromioclavicular): Se coloca el pulgar en la cara posterior del acromion, y los dedos largos en la parte distal de la clavícula. Consiste en hacer un empuje desde el acromion en dirección anterior – superior, y desde la clavícula en dirección posterior – inferior. El test se considera positivo si desencadena dolor, o bien si incrementa el dolor del paciente. Es un test bastante sensible (0.79) y menos específico (0.50)
  • Test de O´Brien ( test de compresión activa): Es un test de movimiento activo. Llevamos el hombro a flexión de 90º con el codo en extensión, y ADD de 10º – 15º. En esa posición, pedimos al paciente que mantenga la posición contra resistencia con el pulgar hacia abajo, y a continuación repetimos la maniobra con la palma de la mano mirando hacia el techo. El test se considera positivo si aparece dolor con la primera maniobra (pulgar hacia el suelo) y el dolor se alivia o desaparece con la segunda maniobra. El test de O´Brien es el más específico de todos (0.92), lo que significa que, cuando es positivo, hay bastantes posibilidades de que los síntomas se relacionen con la articulación acromioclavicular.
  • Test de adducción cruzada : Consiste en llevar el brazo a la adducción horizontal máxima, y ver si en esta posición aparece y/o aumenta el dolor del paciente. Aunque es un test muy utilizado en la práctica clínica, sus propiedades diagnósticas son entre regulares y malas (sensibilidad = 0.64; especificidad 0.26)

Cada uno de estos test tienen, de forma aislada, bajo valor diagnóstico para determinar que la causa de los síntomas depende de la articulación acromioclavicular. Sin embargo, la combinación de algunos de ellos (Test de Paxino + Test de O´Brien) consiguen tener una especificidad excelente (0.96) por lo que puede ayudarnos a confirmar el diagnóstico, en caso de que ambos sean positivos.

Se recomienda utilizar los test especiales de la acromioclavicular en batería y no de forma aislada,

para que la información que nos aportan sea relevante en nuestra exploración.

Por último, otra herramienta diagnóstica es la infiltración acromioclavicular. Consiste en la aplicación de un fármaco analgésico (habitualmente, lidocaína) en el espacio articular, para ver si, en los 5 – 10 minutos siguientes, el dolor que muestra el paciente desaparece o disminuye considerablemente. En ese caso, se confirma que la articulación acromioclavicular está implicada en el dolor que presenta el paciente. Aunque es una herramienta diagnóstica ampliamente utilizada en la práctica clínica, su valor diagnóstico es bastante controvertido. Por un lado, no existen ensayos clínicos a doble ciego que hayan confirmado que, efectivamente, el alivio del dolor depende de la introducción del fármaco (y no de otros factores, como el efecto placebo por ejemplo). Por otro lado, en estas infiltraciones se ha comprobado que, a menudo, existe una falta de precisión: sólo en el 40% de los casos se acierta a introducir el fármaco en la articulación acromioclavicular (8) ; y, al menos en la mitad de los pacientes, se está introduciendo en otros tejidos adyacentes, con lo cual no podemos asegurar que el alivio del dolor depende de que se haya realizado la infiltración en la articulación acromioclavicular (9)

Opciones de tratamiento

Una vez que hemos decidido que la Osteoartritis Acromioclavicular puede estar relacionado con los síntomas del paciente, lo siguiente será conocer las opciones de tratamiento que existen y ver qué podemos esperar de cada una de ellas. Las opciones de tratamiento que recogen las guías de práctica clínica son, principalmente, estas cuatro: esperar y ver (wait & see), infiltraciones acromioclaviculares, ejercicio gradual y cirugía (seguida de ejercicio gradual)

Opciones de tratamiento de la osteoartritis acromioclavicular

1º – Esperar y ver (Wait & see)

Muchos problemas de dolor de origen musculoesquelético tienen un curso natural benigno, y pueden mejorar e incluso solucionarse con el paso de unas semanas o meses, sin necesidad de tratamiento. No es lo más probable, pero es algo que puede suceder perfectamente, de hecho, se estima que, cuando aparece un dolor en el hombro, en 3 de cada 10 personas el problema desaparece en unas semanas/meses independientemente de realizar tratamiento o no (10)

Mientras esperamos, podemos contribuir a que los síntomas se vayan resolviendo, siguiendo ciertas pautas/consejos. Es importante saber que:

  • No se recomienda limitar completamente el movimiento. Lo más aconsejable es limitar únicamente aquellos movimientos que empeoran los síntomas, y tratar de mantener un nivel de actividad adecuado. Hay que tener bien presente que, aunque el movimiento pueda resultar molesto o generar dolor, es poco probable que produzca ningún daño, más bien al contrario: lo más probable es que se produzca un daño por no mover el hombro.
  • Para ayudar a disminuir el dolor de origen musculoesquelético, es importante mejorar factores relacionados como la calidad del sueño, los niveles de estrés, el consumo de tóxicos como el tabaco, y el sobrepeso.
  • Intentar mantener un nivel de actividad física regular es importante no sólo para regular esos factores, sino por el impacto directo que tiene el ejercicio en la modulación del dolor musculoesquelético (11)

2º – Infiltraciones acromioclaviculares

Consisten en la aplicación de una combinación de fármacos (habitualmente analgésicos y antiinflamatorios) a nivel del espacio articular acromioclavicular. Es una intervención segura, con pocos efectos adversos que, cuando aparecen, suele ser leves: no suelen ir más allá de dolor local en la zona del pinchazo, enrojecimiento o hematoma. Estos efectos suelen desaparecer en el curso de unas horas, sin necesidad de tratamiento.

La eficacia de las infiltraciones acromioclaviculares es bastante limitada:

Como norma general, el efecto de las infiltraciones es en el corto plazo: no suele superar las 3 semanas;

a medio/largo plazo no son eficaces en la mayoría de los pacientes: sólo 2 de cada 10 personas refieren beneficio (12,13,14,15)

3º – Ejercicio gradual

El ejercicio está respaldado por los niveles más altos de investigación en el abordaje del dolor musculoesquelético, y es la primera línea de tratamiento en la Osteoartritis, junto con la educación y la modificación de factores relacionados.

* En el último apartado, «Abordaje de la Osteoartritis acromioclavicular a través del ejercicio», veremos consejos interesantes para tratar de disminuir el dolor, hablaremos sobre los ejercicios que nos puede interesar incluir en nuestro programa de entrenamiento, y sobre qué movimientos/ejercicios deberemos limitar o, al menos, realizar con ciertas consideraciones.

4º – Cirugía (seguida de ejercicio gradual)

Si, después de 4 – 6 meses de tratamiento conservador no hemos obtenido buenos resultados, la última opción a contemplar será la cirugía. La más frecuente consiste en la resección distal de la clavícula, habitualmente realizada por vía artroscópica (16).

En general, tiene buenos resultados, con un tiempo de recuperación estimado de 1 a 3 meses (17).

Es importante recordar que, tras la cirugía, seguirá un período de inmovilización y después, un tiempo de rehabilitación basada principalmente en ejercicio. Hay que tener bien presente que, durante la inmovilización – que suele prolongarse habitualmente durante 2 – 3 semanas – , estarán restringidas todas las actividades que impliquen movimientos del hombro (trabajo, conducir, tareas domésticas, actividades deportivas…). Una vez retirada la inmovilización, y durante unas cuantas semanas, la capacidad para llevar a cabo todas estas tareas puede seguir estando limitada.

Las complicaciones más habituales son la persistencia del dolor y la aparición de inestabilidad acromioclavicular, ésta última derivada de la técnica quirúrgica.

Respecto a la superioridad de un tipo de abordaje sobre otro, no existen estudios que comparen directamente el tratamiento conservador y el quirúrgico, aunque ambos tienen, en general, buenos resultados (18). Con los datos de los que disponemos en la actualidad, no se puede establecer una superioridad de un tipo de abordaje frente al otro, por lo que se necesita llevar a cabo más investigación para establecer cuál es tratamiento óptimo de la artrosis acromioclavicular, con estudios de alta calidad que comparen diferentes estrategias de abordaje.

Con el conocimiento del que disponemos actualmente, la primera opción sería el tratamiento conservador

ya que tiene menos complicaciones y riesgos asociados.

Si, después de 4 – 6 meses de tratamiento no se han conseguido mejoras en los niveles de dolor y/o funcionalidad,

se puede valorar la opción de la cirugía.

Abordaje de la Osteoartritis acromioclavicular a través del ejercicio

La biomecánica de la articulación acromioclavicular es relativamente compleja. El equipo de investigación liderado por Paula Ludewig ha publicado varios trabajos, describiendo la anatomía y cinemática de esta articulación, que han aportado conocimiento muy útil para mejorar la compresión de esta región del hombro (19,20,21). En primer lugar, vamos a resumir algunos de los conceptos biomecánicos claves que mencionan estos estudios, que tenemos que tener en consideración de cara a nuestro tratamiento.

La acromioclavicular es una articulación diartrodia, de superficies articulares planas con una capacidad de movimiento muy limitada. Sin embargo, su importancia no reside en la cantidad de movimiento que es capaz de generar, sino en el papel crucial que desempeña dentro de la cadena cinética del miembro superior. Es un eslabón fundamental en la transmisión del movimiento de la escápula en relación con el tórax, y contribuye también a disipar la energía de la carga axial procedente del miembro superior.

Por otro lado, la articulación acromioclavicular participa en el movimiento de rotación superior escapular, pero donde va a ser fundamental es en la báscula posterior: es la responsable principal del movimiento de báscula posterior escapular, un componente crítico de la elevación del hombro. Sabemos que la báscula posterior aparece, con mucha frecuencia, limitada en personas que presentan dolor en el hombro. Así pues, observar si este movimiento de la escápula está limitado puede ser muy importante dentro de nuestro abordaje.

Valoración del movimiento de báscula posterior: Durante la elevación del brazo, la escápula realiza un movimiento de báscula posterior de manera que, al pasar de 110º – 120º de elevación, el ángulo inferior alcanza la línea media del tórax. Para valorarlo, le pedimos al paciente que eleve el brazo: si vemos que el ángulo inferior alcanza la línea media del tórax (imagen de la izquierda) consideramos que el movimiento es normal. Si, por el contrario, el ángulo inferior se queda retrasado sin alcanzar la línea media (imagen de la derecha), podemos pensar que no se está completando el movimiento de báscula posterior.

Una vez que hemos visto si este movimiento está limitado, también podemos valorar si, al mejorar este componente del movimiento mejoran los síntomas del paciente. Para ello, utilizamos los test de modificación de síntomas escapulares, como el Scapular Assistance Test. Cuando nos encontramos con un test positivo – al facilitar la báscula posterior escapular disminuye el dolor y/o mejora el rango de movimiento – , debemos incluir este aspecto en nuestro plan de tratamiento.

Otra cuestión relevante, a nivel muscular, es el par de fuerzas trapecio – deltoides: son los principales estabilizadores dinámicos de la articulación acromioclavicular (22). Si nos fijamos en su anatomía, podemos ver cómo el trapecio superior se inserta en el tercio distal de la clavícula, justo donde se origina el deltoides anterior. El trapecio medio se inserta en el acromion, donde se origina el deltoides medio; y el trapecio inferior se inserta en la espina de la escápula, que es donde surge el deltoides posterior. Todo un par de fuerzas, de cuyo equilibrio depende la estabilidad de la articulación acromioclavicular. Por ello, favorecer el equilibrio intermuscular durante el movimiento del hombro puede ser una cuestión vital de cara a la estabilidad articular.

Estabilizadores dinámicos: Trapecio – deltoides

Por otro lado, podemos ver que estos dos grupos musculares son muy voluminosos y potentes, y cualquiera de ellos puede ejercer fuerzas de tracción muy grandes sobre las superficies articulares de la acromioclavicular. Por eso, tendremos que procurar minimizar la actividad de esta musculatura cuando la articulación está muy irritada: reducir la tracción que estos músculos ejercen sobre las superficies articulares puede ayudarnos a que disminuya el dolor.

Teniendo estas cuestiones biomécanicas bien presentes, vamos a incluirlas en nuestro abordaje:

Posiciones de protección articular

Durante el descanso nocturno, a menudo las personas con dolor en el hombro evitan tumbarse sobre el lado lesionado para no incrementar el dolor. Al tumbarse en decúbito contralateral, el trapecio superior puede pasar un tiempo prolongado en una posición de elongación excesiva que contribuye a irritar la articulación acromioclavicular, ya que esa elongación puede suponer una tracción excesiva sobre las superficies articulares:

Posición de reposo con elongación del trapecio superior (aumenta la tracción de las superficies articulares)

Por eso, una sugerencia que puede ser útil es alternar esta postura con la que vemos en la siguiente imagen, en la que el brazo reposa por delante del tronco sobre una almohada. De esta forma, disminuimos la tracción sobre la articulación y además, evitamos que el brazo caiga en adducción cruzada sobre el pecho, que es otro de los movimientos que suele incrementar los síntomas.

Posición de reposo recomendada:
menos tracción a nivel de la articulación acromioclavicular y limitando la adducción cruzada del hombro

Cuando estamos sentados, por ejemplo en el sofá, colocar un soporte pasivo puede ser una medida que ayude a aliviar los síntomas, ya que la tracción que ejerce el propio peso del brazo puede ser suficiente para aumentar las molestias. Reposar la extremidad sobre unas almohadas ayuda a disminuir la tracción sobre la articulación y puede ser útil para disminuir el dolor.

Posición recomendada: con soporte pasivo para minimizar el peso del brazo

Al realizar tareas como el trabajo con ordenador, también puede ser importante reposar el antebrazo completamente sobre una superficie de apoyo, con el brazo en una posición de flexión intermedia. De esta manera, se minimiza la actividad muscular del trapecio y deltoides anterior (23), lo que puede contribuir a mejorar los síntomas; aunque lo más importante será evitar mantener posiciones prolongadas introduciendo pausas activas frecuentes durante este tipo de tareas.

Durante las actividades de la vida diaria, es habitual realizar gestos que implican elevación del brazo con el codo extendido. Este movimiento, con un brazo de palanca largo a nivel de la articulación del hombro, puede aumentar la compresión en la acromioclavicular, generando además una solicitación importante del músculo deltoides.

Elevación con el codo extendido (mayor compresión articular)

Para minimizar la compresión articular, una buena idea puede ser iniciar el movimiento de elevación con el codo flexionado, con lo que el brazo de palanca será menor y la articulación sufrirá menos presión.

Recomendación: Iniciar la elevación con el codo flexionado

Otro de los gestos en los que aumenta la compresión articular es en la adducción cruzada, que, además, es uno de los movimientos que suelen incrementar los síntomas de los pacientes. Éste es un movimiento muy habitual en nuestras actividades de la vida diaria: lo realizamos constantemente para alcanzar con la mano un objeto que está en el lado contrario. Un alternativa que podemos ofrecerle al paciente es añadir al movimiento de adducción cruzada una rotación de tronco: de esa manera, la mano alcanza la misma posición, pero la cantidad de adducción que realiza el hombro disminuye y se reduce, por tanto, la compresión articular.

Movimiento de ADD cruzada
Alternativa de movimiento recomendada:
añadir rotación de tronco

¿Con qué ejercicios debemos tener cuidado?

Si tenemos pacientes que están entrenando en el gimnasio, hay tres tipos de ejercicios, principalmente, con los que deberemos cierta precaución: limitarlos cuando hay mucha irritación articular, y progresar con cuidado cuando el dolor acromioclavicular vaya disminuyendo. Estos ejercicios son:

  • Los que solicitan una actividad importante del trapecio superior: un ejemplo sería el ejercicio de remo a 90º de ABD (24)
  • Ejercicios que solicitan mucha actividad del deltoides, como el press de hombro – deltoides anterior – y las elevaciones laterales – deltoides medio (25)
  • Los que implican movimientos de adducción con carga de peso, como por ejemplo, el push up: Durante la fase de ascenso del push up, hay un movimiento de adducción contra resistencia, ya que se debe elevar el peso del propio cuerpo.

Este ejercicio deberemos ajustarlo para disminuir los síntomas, buscar un nivel de carga que pueda ser bien tolerado, y a partir de ahí, introducir una carga progresiva:

  • En el wall push up, la posición vertical del tronco hace que la carga sobre el hombro sea menor, y también la solicitación muscular, por lo que puede ser una buena opción para empezar a reintroducir este movimiento (26). Si, además, añadimos un estímulo hacia la ABD horizontal (una banda elástica a nivel del tercio medio del brazo) se disminuye la activación del pectoral mayor, lo que puede ayudar a que este ejercicio se realice sin dolor (27)
  • En la variante Knee Push up, la carga sobre la articulación es menor que en la variante tradicional del Push Up (con rodillas extendidas), por lo que ésta es la siguiente progresión que podemos introducir (28)
  • La siguiente progresión puede consistir en disminuir los puntos de apoyo: cuando introducimos una extensión del miembro inferior, pasamos de 4 puntos de apoyo a 3, por lo que aumentamos la carga sobre el hombro, y además, la extensión de cadera supone una mayor solicitación de la musculatura escapular (29)
  • Si colocamos los pies en una altura elevada respecto al nivel en el que están las manos, podemos aumentar todavía más la carga y la solicitación muscular en este ejercicio (30)

Reintroducir movimientos minimizando los síntomas

  • Uno de los gestos que, a menudo generan dolor en estos pacientes es la elevación del brazo por encima de la cabeza. Para volver a introducir este movimiento minimizando los síntomas, podemos empezar en cadena cinética cerrada, utilizando el movimiento relativo del tronco.
  • El otro movimiento que suele generar síntomas es la adducción cruzada. Al igual que la elevación, podemos reintroducirla empezando con movimientos en cadena cinética cerrada – mano del lado lesionado apoyada -, realizando movimientos relativos de rotación del tronco.

Trabajo específico del músculo trapecio inferior

Otro de los puntos claves dentro del abordaje de la acromioclavicular es el fortalecimiento del músculo trapecio inferior, que es uno de los músculos responsables del movimiento de báscula posterior escapular. Para mejorar este componente del movimiento escapular, debemos seleccionar, dentro de nuestro programa de ejercicios, aquellos que estén dirigidos específicamente al trapecio inferior:

  • Retracción escapular a 0º: Una buena opción para empezar es el ejercicio de retracción escapular a 0º de ABD. Es un ejercicio isométrico en una posición de baja carga, por lo que suele ser bien tolerado. Para aumentar la solicitación, podemos añadir a la retracción escapular una extensión de cadera, con el movimiento conocido como «puente glúteo» (31)
  • Scaption en cuadripedia: La posición de cuadripedia para realizar la elevación en el plano escapular ha mostrado ser la posición más eficaz a la hora de solicitar la activación del trapecio inferior generando, además, niveles relativamente bajos de activación en el trapecio superior (32)
  • Remo invertido: Otro de los ejercicios más eficaces para solicitar la activación del trapecio inferior con baja activación del trapecio superior es el remo invertido. Este ejercicio, además, genera una solicitación similar en el trapecio y el deltoides, por lo que es un ejercicio interesante de cara a promover el equilibrio intermuscular (33)

Evaluación de resultados

Para medir el resultado del tratamiento que estamos llevando a cabo, disponemos de distintos instrumentos de valoración. Hay varias escalas que registran si se están produciendo modificaciones en la situación del paciente en cuanto al dolor, la funcionalidad o la calidad del vida de las personas con dolor en el hombro. Algunas de ellas son más generales, como la escala DASH (que valora el dolor y la función del miembro superior), y otras más específicas para el hombro, como la Constant-Murley, la Oxford Shoulder Score, el Simple Shoulder Test o la escala SPADI.

Sin embargo, ninguna de las escalas anteriores valoran de forma específica la articulación acromioclavicular. Por eso, recientemente se han publicado dos nuevas herramientas, que valoran cuestiones relativas a la acromioclavicular, como pueden ser el dolor a la palpación local, el dolor con el movimiento de adducción cruzada y/o las alteraciones a nivel estético (que tienen relevancia en problemas de inestabilidad acromioclavicular). Estas dos escalas son:

  • Nottingham Clavicle Score (34)
  • Specific AC Score (SACS) (35)

Aunque todas las escalas han mostrado su validez para registrar la evolución, si llevamos a cabo un tratamiento orientado a la articulación acromioclavicular lo ideal sería utilizar instrumentos de valoración específicos de esta articulación.

Resumiendo…

Como resumen de ideas, podemos decir que la osteoartritis acromioclavicular es una patología muy frecuente y que suele aparecer de forma temprana, aunque en la mayoría de las personas no genera síntomas importantes. Su diagnóstico es bastante impreciso, y requiere de la combinación de varias herramientas (entre las que destacan las pruebas de imagen, la anamnesis /presentación clínica y los test específicos de la acromioclavicular). En general, es un problema que tiene un buen pronóstico, ya que tanto el abordaje conservador conservador como el quirúrgico tienen buenos resultados, siempre y cuando incluyan estrategias basadas en el educación y el ejercicio terapéutico.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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