LA LEY DE CUIDADOS INVERSOS
En 1971, el médico galés Tudor Hart publicó en la revista Lancet la conocida como “Ley de los Cuidados Inversos”, que sigue estando igual de vigente 50 años después. En ella establecía que:
“los cuidados sanitarios proporcionados a una población concreta
tienden a ser inversamente proporcionales a las necesidades que presenta esa población”.
Es decir, las personas que más y mejor asistencia sanitaria reciben son, a menudo, quienes menos la necesitan. Por el contrario, en aquellos grupos con necesidades altas de atención los recursos utilizados son peores tanto cualitativa como cuantitativamente.
Un ejemplo clásico para ilustrar esta ley es el relativo a la salud bucodental: los factores de riesgo más relacionados con patologías graves a ese nivel son la falta de higiene y la pertenencia a un extracto social bajo. Todos sabemos que no son ésos precisamente los pacientes con los que nos encontramos en la sala de espera del dentista. Pero es que, en el caso de que acudieran, serían atendidos durante menos tiempo:
hay estudios que demuestran que, estadísticamente,
las personas jóvenes, aseadas y de buen aspecto físico reciben más minutos de atención.
No es una cuestión de ser mejores o peores profesionales: nuestro cerebro es experto en calcular, de forma rápida e intuitiva, cuando algo puede exigirnos aumentar la concentración o emplear más esfuerzo, primando aquellas tareas que nos suponen facilidad cognitiva. Simplemente sucederá, de forma inconsciente, salvo que nos esforcemos por controlarlo.
Los fisioterapeutas, por descontado, no nos libramos de esa tendencia.
En primer lugar porque según Hart, esta ley se manifiesta de forma más plena en los ámbitos de atención sanitaria que están más expuestos a las fuerzas del mercado. Nuestra situación respecto a esas «fuerzas» está clara: en España, el 90% de los fisioterapeutas desarrollan su labor asistencial en el ámbito privado.
En segundo lugar, porque no sabemos que existe: recientemente, un compañero de profesión nos ha mostrado, con un pequeño experimento, que el 80% de los fisios no han oído hablar de la Ley de Cuidados Inversos.
EL EJERCICIO TERAPEÚTICO Y LA LEY DE CUIDADOS INVERSOS
A menudo nos encontramos, en las redes sociales, publicaciones relacionadas con el ejercicio terapéutico. En la mayoría de ellas los pacientes que vemos son personas jóvenes, deportistas, con aspecto saludable y buena forma física.
Esta asociación es primada por nuestro cerebro. Nos resulta más familiar y nos hace sentir más cómodos. Simplemente, nos parece más fácil: imágenes de gente con aspecto de hacer ejercicio haciendo ejercicio.
La consecuencia de esto – aunque no seamos conscientes – es que tenemos una tendencia a reservar los tratamientos activos para aquellos en los que aplicarlos nos va a resultar más sencillo. Exactamente, lo que dice la Ley de Cuidados Inversos: las personas que suelen hacer ejercicio NO son las que más necesitan hacer ejercicio.
Muchas veces, dejamos que este tipo de sesgos influyan en nuestras decisiones clínicas. Decidimos de antemano lo que los pacientes van a poder hacer y lo que no. No es ése nuestro papel. Poner límites a lo que los demás pueden conseguir, a menudo, es sólo una forma de mostrar nuestras propias limitaciones.
Elegir los ejercicios que más pueden beneficiar a un paciente y conseguir, además, que los haga no es una tarea fácil. Especialmente, cuando la persona que tenemos delante es de edad avanzada, tiene peor forma física o está menos acostumbrada a la actividad. Sin embargo, son estos pacientes los que más lo necesitan y es aquí cuando deberíamos esforzarnos al máximo, utilizar todos los recursos de los que disponemos y emplear nuestras mejores habilidades. Deberíamos invertir mucho más, pero es que también es mayor el beneficio que podemos obtener: es en estos casos en los que, proporcionalmente, nuestra intervención va a generar un mayor impacto en términos de salud.
Al hecho de ver casi exclusivamente imágenes de jóvenes atléticos hay que añadirle otro problema: muchas veces, en un afán por mostrar al público nuestro repertorio más “pro”, vemos ejercicios tan exigentes y difíciles de realizar que realmente parecen estar reservados sólo para unos pocos. Mientras, la mayoría piensa “uff…creo que esto del ejercicio no es para mí…”
Nuestro estilo de comunicación también tiene un efecto potente
en la imagen que los pacientes se construyen sobre el ejercicio terapéutico,
y deberíamos buscar estrategias que lo hagan más accesible y cercano a TODOS/AS.
Implementar el ejercicio terapéutico como parte imprescindible de la recuperación es un gran reto para nuestra profesión. No sólo porque es nuestra responsabilidad llevarlo a la práctica con equidad; sino porque también debemos procurar, con nuestra forma de difundirlo, acercarlo a quienes realmente más lo necesitan.